Los viajes suelen sorprendernos, sobre todo cuando visitamos un lugar por primera vez. Pero a veces nos pasan cosas que no hubiéramos imaginado ni escribiendo el libreto de una película.
Desde el mirador se tiene una vista impresionante de la ciudad: la iglesia con su acento de color, las casas bajas y en pendiente, los cauces casi secos de los dos ríos y todo eso enclavado dentro la cordillera.
Espontaneamente suena un bandoneón. Se suman una guitarra y una quena. Lejos de escucharse el bullicio obvio de un mirador turístico, nos quedamos entre sorprendidos e hipnotizados.
Un tema más y se suma una pareja a cantar. Otro más y otra se forma para bailar. El eco de la música, rebotado en la cordillera, se deja escuchar allá abajo y hace que el auditorio crezca en cantidad y en asombro.
Pero el colectivo sale a las 12 y no espera. Mejor así: para que ese rato nos dure en la memoria como mágico, era necesario que fuera breve.
De distintos lugares y desconocidos hasta esa mañana, de pronto compartimos una experiencia que nos hizo despedimos como amigos.
Bajo el hechizo de las notas y la cordillera, unos bailaron, otros cantaron... yo no pude evitar hacer lo mío: sacar fotos.
Gracias al Chino (bandoneón) y a Carlos (el bailarín) por ponerse en contacto. Espero conocer algún día el nombre del resto de los que estaban ahí.
Que alegría ver estas fotos Juan, muchas gracias!!!! abrazos infinitos!
ResponderBorrarDos de los músicos con los que compartimos son de EL BARRIAL FOLCLORE https://www.facebook.com/elbarrial.folclore