viernes, 24 de febrero de 2012

Taller de vitral

Me gustan los talleres porque son lugares donde se "cocinan" nuevos conocimientos. Experimentar, ensayar, aprender de lo hecho son partes de la receta. Aunque el ingrediente que une a todo el resto es hacer, como sinónimo de crear, de darle existencia a algo nuevo. En los talleres se hacen cosas.
Por eso estos lugares están llenos de herramientas, pedazos de experiencias anteriores anotadas o guardadas en frascos, para permanecer presentes durante el proceso creativo. Hay musas y hay fórmulas. 
Hay infinidad de cosas por descubrir.






Muestra de fotos en el Bosque | Septiembre 2011

Esta muestra de fotos colganda en pleno bosque Peralta Ramos, fue el cierre de un proyecto realizado por Gabi Caridi (profe de Lenguajes Expresivos) y Laura Nacc (fotógrafa), que utilizaba a la fotografía como medio para trabajar con chicos de jardín. Tuve la suerte de poder participar y de sorprenderme con la experiencia.
Una parte del trabajo fue asistir a los chicos (desde el manejo del equipo) para que pudieran hacer una foto. Verlos caminar por el bosque mirando el mundo a través de una ventanita de cartón y decidiendo qué retratar, me recordó uno de los principios más importantes de la fotografía: lo que importa es la mirada de cada uno. Ninguno estaba haciendo fotos para agradar a los demás! Esa mirada inocente fue muy contundente... pasen y vean! 






lunes, 13 de febrero de 2012

Iruya | Encuentro a 3000 mts

Los viajes suelen sorprendernos, sobre todo cuando visitamos un lugar por primera vez. Pero a veces nos pasan cosas que no hubiéramos imaginado ni escribiendo el libreto de una película. 

Desde el mirador se tiene una vista impresionante de la ciudad: la iglesia con su acento de color, las casas bajas y en pendiente, los cauces casi secos de los dos ríos y todo eso enclavado dentro la cordillera. 
Espontaneamente suena un bandoneón. Se suman una guitarra y una quena. Lejos de escucharse el bullicio obvio de un mirador turístico, nos quedamos entre sorprendidos e hipnotizados. 
Un tema más y se suma una pareja a cantar. Otro más y otra se forma para bailar. El eco de la música, rebotado en la cordillera, se deja escuchar allá abajo y hace que el auditorio crezca en cantidad y en asombro. 
Pero el colectivo sale a las 12 y no espera. Mejor así: para que ese rato nos dure en la memoria como mágico, era necesario que fuera breve. 
De distintos lugares y desconocidos hasta esa mañana, de pronto compartimos una experiencia que nos hizo despedimos como amigos. 

Bajo el hechizo de las notas y la cordillera, unos bailaron, otros cantaron... yo no pude evitar hacer lo mío: sacar fotos.








Gracias al Chino (bandoneón) y a Carlos (el bailarín) por ponerse en contacto. Espero conocer algún día el nombre del resto de los que estaban ahí.